català | español | english | deutsch

Llull TV

Llull TV

V�deos

Para ver este contenido es necesario instalar Flash Player

"Un escritor europeo en lengua catalana dice"

05-10-2006


Discurso de Biel Mesquida

05/10/2007

El escritor Biel Mesquida, Premio Nacional de Literatura 2006, presentó la literatura catalana en su discurso “Un escriptor europeu en llengua catalana diu”, en el acto de presentación de las líneas generales del programa de la cultura catalana como invitada de honor a la Feria de Fráncfort 2007.


"Un escritor europeo en lengua catalana dice"

Quien os habla es un escritor catalán, un escritor en lengua catalana, mejor dicho, un escritor europeo en lengua catalana. Y digo esto, ahora, en la Feria del Libro de Frankfurt, porque considero que como escritor tengo que reivindicar la lengua y la literatura que se escribe en esta lengua como dos elementos fundamentales de nuestra identidad como pueblo.

Sólo quiero recordar que el catalán procede del latín y tiene más de mil años de vida, vida popular y cotidiana, espléndida y creativa, dura y luchadora, y que ha estado en algunas épocas históricas, siempre demasiado largas, al borde del genocidio y la extinción. En Alemania, lo enseñan las cátedras y los lectorados de catalán. El catalán, que estaba en la boca de la gente, aparece escrito por primera vez en la segunda mitad del siglo XII, en unos sermones, las Homilías de Organyà, y en traducciones de textos latinos. En el siglo XIII, un catalán de Mallorca fue el verdadero inventor de la prosa catalana en la que nos basamos: Ramon Llull, que escribe sus textos con una riqueza de palabras y una sintaxis totalmente nueva, bien afianzada y transparente —lejos de la asfixia de la sintaxis latina. Escritos, polifonía de músicas verbales llenas de ideas, que convierten sus cientos de volúmenes de su obra labrada en bell catalanesc, una fuente clásica de la lengua literaria catalana. Este Himalaya de la lengua, que construye Llull, podría ser una buena metáfora para demostrar que unos textos escritos en el habla común de un territorio pequeño y europeo se convierten en materia literaria, religiosa, filosófica, mística, sabia y utilitaria que mueve altas tensiones por toda Europa. Y el caso de Alemania sería canónico: la catalanofilia germana pasa por la traducción, el estudio y la edición de la obra luliana. Amor a la letra de Llull que incluso da nombre a uno de vuestros institutos universitarios, en Friburgo de Brisgovia.

Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, la lengua catalana ha pasado por distintos períodos, algunos muy difíciles, aunque hemos tenido autores que han conseguido crear obras de valor local y universal —Bernat Metge, Ausiàs March, Anselm Turmeda, Joanot Martorell, el anónimo novelista del Curial e Güelfa, etc.— y ahora tenemos una literatura popular que rehace y amplía siempre la tradición en una revitalización constante de las palabras queridas. Porque hablamos catalán somos catalanes, aseguramos los amantes de la lengua. Debe decirse muy alto que los acontecimientos políticos, especialmente desde principios del siglo XVIII, han creado circunstancias hostiles para nuestra cultura: el catalán fue prohibido en la enseñanza y expulsado de las instituciones públicas para reducirlo a un uso pobre y vergonzoso.

Y sobrevivió porque la sociedad de los países catalanes, que lo tenía como lengua materna, tierna, sabrosa y sapiente leche de la lengua, no dejó de hablarlo y de escribir a escondidas. El siglo XIX está marcado por el movimiento romántico de la Renaixença, un movimiento de reconstrucción de la cultura catalana y, sobre todo, de la lengua que coincide con los propósitos europeos de recuperación nacional. Este renacimiento produce una dignificación social del catalán que hace posible la existencia de un conjunto muy sólido de escritores que lo vuelven a utilizar con fuerza y de verdad. Son nombres significativos Joaquim Rubió, Tomàs Aguiló, Tomàs Villarroya y Jacint Verdaguer.

El fin del siglo XIX y siglo XX, hasta 1939, son tiempos de alta vida literaria y cultural con poderosos movimientos —Novecentismo, Modernismo y las Vanguardias—, el I Congreso Internacional de la Lengua Catalana (1906), con la participación de lingüistas de toda Europa, y un gran grupo de escritores importantísimos (Miquel Costa i Llobera, Joan Maragall, Eugeni d’Ors, Josep Carner, Caterina Albert, Carles Riba, Josep M. de Sagarra, Josep Pla, J. V. Foix, Mercè Rodoreda, Salvador Espriu, etc.). ¿Y qué catalán escriben? El catalán que se codifica, gracias al ferviente y entregado trabajo de un grupo de filólogos, con unas normas viables que hacen que pueda utilizarse como un idioma moderno de cultura. Lo que otras lenguas cultas han logrado en seculares elaboraciones colectivas, el catalán lo ha conseguido casi en una sola generación. En 1907, se crea el Institut d’Estudis Catalans, corporación académica dedicada al estudio de todos los elementos de la cultura catalana. Dos filólogos muy diferentes, Pompeu Fabra y mossèn Antoni Maria Alcover, producirán obras magnas y muy útiles. La fijación de las Normes Ortogràfiques (1913) es básicamente obra de Fabra, y también la Gramàtica catalana y el Diccionari general, que adquieren valor normativo oficial. En una lengua disgregada y anárquica, Fabra puso orden e hizo del catalán una herramienta apta para el pensamiento, para la expresión, para la literatura, para la ciencia, para la tecnología, para cualquier idea: un idioma contemporáneo ordenado y flexible, con una normatividad vertebradora, útil para todas las sabidurías. Mossèn Alcover se pasó gran parte de su vida recorriendo las tierras catalanas para recoger y atesorar el léxico riquísimo y, con la ayuda del filólogo Francesc de Borja Moll, nos ha dejado el Diccionario Alcover-Moll, que es una reserva colosal y única de palabras: otra fuente de sapiencia. Por último, recordaré dos monumentos verbales producidos por el trabajo apasionado e inmenso del lingüista Joan Coromines: el Onomasticon Cataloniae y el Diccionari etimològic, que contienen informaciones fundamentales sobre la vida del catalán.

En el siglo XX, una nueva catástrofe cultural: la dictadura franquista, que duraría cuarenta años, prohibió el uso del catalán y de todos los signos identificadores de la cultura catalana. La mayoría de autores catalanes sufrieron represión hasta la muerte, la cárcel o el exilio exterior e interior. Los escritores de la posguerra aprendimos el catalán clandestinamente y fuimos perseguidos y encarcelados por el mero hecho de luchar y defender nuestra lengua y nuestra cultura. El escritor, sobre todo de lenguas minorizadas, es una conciencia ética, una conciencia crítica. Los escritores catalanes saben mucho de la lucha por defender la lengua, la literatura y la cultura nacionales, una lucha que ha sido constante a lo largo de todo el siglo XX.

Desde la llegada de la democracia, y tras muchas luchas por la lengua que todavía duran, hablan en catalán —y no siempre lo escriben— más de seis millones de ciudadanos; el catalán se enseña en la escuela y se enseña en catalán en las universidades, con distintas energías según el territorio, y es cooficial con el español en Cataluña, el País Valenciano y las Islas Baleares (es oficial en Andorra y no oficial en la Franja de Ponent —en Aragón—, el Capcir, la Alta Cerdaña, el Conflent, el Rosellón y el Vallespir franceses o el Alguer italiano).

Sin embargo, vivimos en un mundo global que tiende a devaluar las lenguas minoritarias, en una sociedad que no tiene conciencia del valor de la literatura ni de la cultura humanística en la formación de las personas. Además, en la sociedad de los países catalanes todavía existen políticas que no favorecen el uso social de la lengua entre los ciudadanos ni tampoco entre los ciudadanos inmigrantes; tenemos serias dificultades para la difusión internacional de los productos literarios y culturales catalanes; domina el mercado que favorece la uniformización y la asimilación por las culturas hegemónicas y la fragmentación de la cultura nacional, etc. Aquí es cuando los escritores nos convertimos en agentes dobles de la lengua catalana: por una parte la trabajamos, la enriquecemos y ayudamos a la construcción nacional gracias a la creación, con nuestra obra, de un imaginario colectivo y, por otra parte, luchamos por su mantenimiento, su dignidad y su uso público en todos los ámbitos. El catalán, en el siglo XXI, es la herramienta útil de todos los lenguajes que necesita una sociedad abierta y contemporánea que pide su pleno reconocimiento en Europa: de las instituciones públicas a los medios de comunicación, de la ciencia a la tecnología, de las artes a las economías y, sobre todo, en la literatura que, debe subrayarse, tiene la nómina de escritores más larga de la historia con numerosos libros de calidad mundial.

La invitación de la Feria del Libro de Frankfurt a la cultura catalana es un honor y un placer. Estoy seguro de que será un buen catalizador para potenciar la literatura y la cultura catalanas y para crear redes de traducción y comunicación con las demás lenguas y culturas del mundo. Como escritor catalán, deseo que muchos de los siete mil libros en catalán que aparecen cada año encuentren en la Feria del Libro de Frankfurt a editores, agentes, traductores y, sobre todo, a lectores. Amo mi lengua porque desde pequeño he sentido y he pensado el mundo a través de las palabras de mis familiares, campesinos y ciudadanos, que hablaban con las palabras de Llull y así me enseñaron el nombre de cada cosa, porque de mayor he aprendido, he pensado, he sentido, he visto, he amado, he escrito y he vivido en catalán. Amo la lengua catalana como herramienta que me ayuda a vivir, como un tesoro único y frágil que es preciso vivificar y preservar, porque sabemos, científicamente incluso, que la lenguadiversidad nos hace más abiertos, más sensuales, más sabios y más saludables.

Telloc, Mallorca, Islas Baleares, Países Catalanes
septiembre de 2006

 


     | Aviso legal | Accesibilidad | Mapa web | Contactar |       Con la colaboración de: